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El «no» alemán al embargo energético podría resultar insostenible
Robert Lind
Economista

Mientras continúa la guerra en Ucrania, Europa se enfrenta a una presión cada vez mayor para imponer un embargo a la energía rusa. El año pasado, casi las tres cuartas partes de las exportaciones de gas ruso y la mitad de su petróleo tuvieron como destino la Unión Europea (UE). La interrupción de esta demanda supondría unos costes enormes e insostenibles para la economía rusa. Son muchos los que consideran que esta medida podría contribuir a acelerar el fin de la guerra.


Sin embargo, el pasado 23 de marzo, el canciller alemán Olaf Scholz reiteró la oposición de su gobierno a un embargo inmediato de las importaciones de energía rusa. Scholz argumentó que la imposición de dicho embargo resultaría contraproducente y podría empujar a la economía de la UE a la recesión, a la que Alemania podría mostrarse especialmente vulnerable. Alemania importa de Rusia más de la mitad de su suministro de gas. El país ha anunciado su intención de ir reduciendo en los próximos años dicho nivel de importaciones, pero el aumento de la presión política tanto dentro como fuera de la UE podría provocar que el «no» alemán al embargo inmediato resulte insostenible.


Por otro lado, los gobiernos francés y polaco se han pronunciado a favor de un embargo junto a los países bálticos, y parece que Estados Unidos también presiona a Alemania para que imponga sanciones más amplias en materia de energía. El interrogante principal es si el «no» alemán es una decisión definitiva e inamovible o si se trata de una posición provisional mientras el país se prepara para un embargo potencial. Sospecho que se trata más bien de esto último.


Resulta comprensible que Alemania se muestre prudente ante una rápida escalada de las sanciones. Hasta cierto punto, su posición refleja la creciente preocupación que existe entre los expertos occidentales sobre las consecuencias no deseadas que podrían tener las fuertes sanciones impuestas a la economía rusa. La imposición de un embargo energético sobre Rusia podría resultar contraproducente si el presidente Vladimir Putin optara por intensificar aún más el conflicto militar.


No obstante, también es posible que Berlín esté ganando tiempo. En las últimas semanas han aumentado las importaciones de gas de la UE, sobre todo las de gas natural licuado. El pasado 25 de marzo, el presidente estadounidense Joe Biden se comprometió a suministrar a la UE 15.000 millones de metros cúbicos de gas para finales de 2022. Con la llegada de la primavera, podría retrasarse el embargo hasta que la posición de oferta y demanda de gas de la UE sea menos precaria. Alemania sabe que si impone un embargo de estas características tendrá que mantenerlo durante algún tiempo.


También hay que pensar en cuál podría ser el impacto sobre la economía alemana. Una caída sustancial del PIB resultaría muy perjudicial, ya que el fuerte aumento de los precios de la energía reduce los ingresos de las familias y los beneficios empresariales. Si la UE opta por imponer un embargo energético, los gobiernos tendrían que ofrecer importantes ayudas fiscales a sus economías. Alemania cuenta con margen fiscal para hacerlo, pero también es consciente de las exigencias de la UE, especialmente de Francia, Italia y España, en relación con un aumento del endeudamiento común. Los gobiernos tendrían que intervenir en mayor medida para gestionar los precios y la oferta y demanda de energía.


Un embargo energético podría también alterar profundamente el equilibrio de poder en el seno de la UE. Durante los últimos 20 años, Alemania ha sido el país hegemónico de la UE, gracias a una economía fuerte que se ha beneficiado de la importación de energía barata procedente de Rusia y del fuerte crecimiento de las exportaciones de productos manufacturados a China. La invasión rusa, con el respaldo implícito de China, constituye una amenaza existencial para la economía política mercantilista de Alemania.


Por otro lado, la Francia de Emmanuel Macron podría convertirse en una economía más poderosa e influyente en la UE. En los últimos 20 años, el bajo rendimiento económico de Francia en términos relativos ha disminuido su peso político. Pero su menor dependencia de la energía rusa, así como su gran capacidad nuclear, podría aumentar su fortaleza relativa en el seno de la UE, lo que permitiría al presidente Macron ejercer una influencia aún mayor en la UE y en las políticas de la eurozona.



Robert Lind es economista de Capital Group. Cuenta con 36 años de experiencia en el sector y lleva siete años trabajando en Capital Group. Antes de incorporarse a la gestora, Robert fue el economista principal del grupo de Anglo American. Con anterioridad, trabajó como responsable de análisis macroeconómico en ABN AMRO. Se licenció en filosofía, políticas y económicas por la Universidad de Oxford. Tiene su oficina en Londres.


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