¿Cómo es posible que solo tres letras abarquen una variedad tan amplia de cuestiones tan importantes para los inversores? Es algo que me pregunto bastante a menudo. El interés de los inversores va desplazándose entre las distintas cuestiones medioambientales, sociales y de gobierno corporativo (ESG), provocando un gran volumen de actividad. Sin embargo, el número de cuestiones a las que los inversores han de enfrentarse no deja de aumentar.
Recientemente, un directivo de gran experiencia me comentaba que, hace quince años, la mayoría de las preguntas que le hacían tenían que ver con los volúmenes y los márgenes. Hoy en día, los inversores esperan que lo sepa «todo sobre todo». Desde las políticas de diversidad de los consejos de administración a los registros de seguridad de los proveedores, pasando por la situación geopolítica en Oriente Próximo. Todo está sobre la mesa.
Cuando me paro a pensar qué es lo que podemos esperar a partir del próximo año, mi «radar ESG» identifica numerosas cuestiones fundamentales. En mi opinión, cinco de las más importantes están relacionadas con las cadenas de suministro, la inteligencia artificial (IA), la transición energética, la deuda soberana (emitida por los gobiernos) y la biodiversidad.
Algunas de ellas podrían parecer más específicas, otras ocupan claramente un lugar destacado. Cada una de ellas tiene potencial para crear riesgos y oportunidades relevantes, por lo que los inversores no deberían perderlas de vista de cara al futuro.
1. La normativa pone el foco en las cadenas de suministro
Cuando compra algo, ¿no le gusta saber de dónde viene y cómo se hizo? Al igual que los curiosos consumidores de todo el mundo, los gobiernos y los reguladores también quieren respuestas.
Los esfuerzos por aumentar la transparencia en las cadenas de suministro están llevando a muchas compañías a replantearse sus operaciones y la manera en la que comunican la información al respecto. En ciertos sectores, las mejoras que se han producido en la disponibilidad y la calidad de los datos en las diferentes fases de la cadena de suministro están contribuyendo en gran medida a la transparencia.
Desde el punto de vista de la inversión, los costes de cumplimiento, los cambios operativos y las sanciones normativas pueden tener importantes efectos en los resultados de una compañía. Entre las medidas más recientes destacan el Reglamento sobre deforestación de la Unión Europea, cuyas propuestas se encuentran aún en fase de desarrollo, y las leyes en materia de trabajo forzoso y diligencia debida de las cadenas de suministro en Estados Unidos y Alemania respectivamente.
En mi opinión, hay otra iniciativa de la Unión Europea que puede resultar realmente trascendental. La Directiva sobre diligencia debida de las empresas en materia de sostenibilidad (CSDDD) tendrá consecuencias importantes en todo el mundo. Obligará a las compañías a establecer prácticas de diligencia debida que afronten los efectos negativos en materia de medioambiente y derechos humanos de sus propias operaciones y de las de sus empresas filiales, en toda la cadena de valor.
Aún se están ultimando los detalles, pero según la última propuesta publicada por el Consejo de la Unión Europea en marzo de 2024, se prevé que la directiva comience a aplicarse de manera gradual ya en 2027. En primer lugar, se aplicará a las compañías incluidas en el ámbito de aplicación de la directiva que cuenten con un mínimo de 5.000 empleados y una facturación superior a 1.500 millones de euros. La propuesta inicial sugería sanciones por incumplimiento de hasta el 5% de los ingresos brutos globales. El texto de la norma publicado en marzo de 2024 señalaba que los «Estados miembros deberían asegurar que la sanción pecuniaria sea proporcional al volumen de facturación neta mundial que presente la compañía en el momento de imposición de la sanción».