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La guerra entre Rusia y Ucrania podría tener importantes consecuencias económicas

La agresión militar de Rusia contra Ucrania, que se ha convertido en la mayor guerra terrestre que se ha vivido en Europa en varias generaciones, ha afectado a millones de personas y ha provocado una crisis humanitaria a gran escala, que lleva a los ucranianos a buscar refugio o a huir de sus hogares. La intensificación y el avance del conflicto resultan muy preocupantes y están teniendo un impacto devastador en las personas atrapadas en la crisis.


Este artículo se centra en las potenciales consecuencias económicas y de mercado del conflicto.


El impacto geopolítico de la invasión de Ucrania por parte de Rusia puede depender de unos cuantos factores básicos, como la duración del conflicto y la respuesta de Occidente.


Aún es demasiado pronto para evaluar las consecuencias económicas, tanto el efecto a corto plazo, con Europa y Estados Unidos tratando de minimizar el daño que puede provocar el aumento de los precios del petróleo y del gas natural, como las repercusiones a largo plazo, en un momento en el que los gobiernos se están replanteando el marco estratégico que ha guiado la política posterior a la guerra fría. No obstante, la duración y la intensidad del conflicto sí van a ser muy importantes.


«Mucho va a depender de la escalada futura y de la duración del conflicto», señala el economista de Capital Group Jared Franz en una nota de análisis dirigida a analistas y gestores.


Franz y otros economistas de Capital Group en Estados Unidos, Europa y Asia han seguido la evolución de la situación en Ucrania. Entre las principales cuestiones a las que están prestando atención destacan el efecto dominó que podría provocar en la economía la subida de los precios de la energía y el difícil acto de equilibrio al que se enfrentan los bancos centrales en su intento de contener la inflación sin frenar el crecimiento.


Los economistas de Capital Group consideran que un conflicto prolongado podría agravar la ya elevada inflación y aumentar al mismo tiempo el riesgo de recesión económica. Sin embargo, la economía estadounidense cuenta con varios factores a su favor, como un mercado laboral sólido, un consumo elevado y unas cifras de beneficios empresariales que podrían continuar creciendo y acercarse al 10% este año. Según Franz, y suponiendo que el conflicto no se agrave, el PIB estadounidense podría aumentar entre el 2% y el 2,5% este año, por debajo de la previsión del 2,5% al 3% de principios de año, pero aún en línea con el crecimiento previo a la pandemia.


A continuación, analizamos algunas de las principales cuestiones económicas y de inversión:


Los mercados globales suelen sortear los conflictos geopolíticos, salvo que provoquen una crisis energética.


Aparte de los servicios de inteligencia, fueron pocos los que vieron venir una invasión a gran escala, algo que deberíamos tener en cuenta a la hora de evaluar el conflicto y pensar en su posible evolución. Aun así, el economista político de Capital Group Talha Khan señala que la situación está siguiendo la lógica de la escalada y no tiene una solución clara, por lo que podría acabar convirtiéndose en una guerra larga y complicada con unos costes económicos y humanitarios elevados que podrían repercutir en la economía mundial.


No obstante, la historia puede resultar útil a la hora de plantearse los posibles resultados de este conflicto. Khan ha analizado cientos de conflictos armados en todo el mundo y los resultados correspondientes del índice S&P 500 a lo largo de un periodo de cinco décadas que finalizó en 2014, y ha comprobado que ni siquiera los conflictos prolongados suelen tener un efecto duradero, y que de hecho el índice ha subido de media en torno al 10% durante el curso de las hostilidades.


Puede resultar algo incómodo reconocer que «este tipo de reacciones volátiles han tendido a ofrecer a los inversores a largo plazo la oportunidad de aprovechar los desajustes del mercado», tal y como señala Khan. «La única excepción es cuando los conflictos entre estados dan lugar a crisis de los precios de la energía».


Eso es lo que puede ocurrir en esta ocasión. Rusia proporciona más del 6% del petróleo mundial y cerca del 40% del gas natural europeo. Los precios se han disparado, y el crudo Brent ha superado los 100 dólares el barril por primera vez desde 2014. Las sanciones iniciales de Occidente han evitado expresamente castigar a la energía, aunque podrían imponerse nuevas acciones punitivas y contramedidas por parte de Rusia.


El análisis de Khan demuestra que, en aquellos conflictos que amenazaron con interrumpir el suministro mundial de energía o con impulsar al alza los precios del petróleo, la caída inicial de las cotizaciones fue más acusada. No obstante, incluso en dichos casos, el índice S&P registró ganancias al finalizar el conflicto.


Las interrupciones en el suministro de energía son una de las formas en las que la invasión podría afectar a la economía mundial.


Mucho podría depender de cuánto suben los precios de la energía y de durante cuánto tiempo se mantienen elevados. Según Franz, cada aumento del 10% en el coste del petróleo podría reducir el PIB estadounidense en 0,2 puntos porcentuales. Es decir, un aumento del 50% en los precios del petróleo, siempre que se mantenga en el tiempo, podría reducir el crecimiento en un punto porcentual.


Khan establece un paralelismo histórico con la guerra árabe-israelí de 1973. Tras el conflicto, algunos miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo embargaron los envíos a Estados Unidos, lo que provocó un repunte de los precios y escasez de gas. Los precios nunca recuperaron los niveles previos al embargo, sino que acabaron siendo un 30% superiores tras la eliminación de la restricción en 1974. Este cambio estructural impulsó aún más la estanflación, una condición marcada por el estancamiento del crecimiento y el aumento de la inflación, que caracterizó la década de 1970.


La comparación no es exacta: Estados Unidos es hoy mucho menos dependiente de la energía extranjera y tampoco hubo una pandemia mundial en aquel momento. Pero Khan afirma que ambos periodos han puesto a prueba la respuesta de la política económica. En la década de 1970, la limitación de la oferta impulsó los precios al alza y redujo el poder adquisitivo de los consumidores. En la actualidad, el reto está en frenar la inflación y asentar al mismo tiempo una recuperación económica que aún no se ha consolidado del todo.


«Lo que aprendimos en la década de 1970 fue que hay prestar atención a las expectativas de inflación y al riesgo de desanclaje», señala. «Una vez que te sitúas detrás de la curva, te arriesgas a entrar en una espiral de precios y salarios, en la que los trabajadores exigen un aumento de los salarios para compensar el aumento de los precios, lo que a su vez provoca que los precios vuelvan a subir. Por otro lado, si los responsables de la política económica se precipitan, pueden dañar los brotes verdes de la economía antes de que puedan llegar a consolidarse».


La amenaza más inmediata para la eurozona es el aumento de los costes energéticos.


Europa ya está buscando formas de reducir su dependencia del gas natural ruso, tal y como señala el economista político de Capital Group Michael Thawley. Alemania, por ejemplo, ha paralizado la certificación del gasoducto Nord Stream 2, diseñado para transportar más gas natural desde Rusia. Entre las alternativas están la expansión de las energías renovables, el gas natural líquido y la obtención de gas en otros países. Sin embargo, la reducción de esta dependencia no va a ser rápido ni barato.


«Europa va a tener que restructurar sus fuentes de energía y reducir su dependencia de Rusia», explica Thawley. «Para ello, tendrá que replantearse el suministro de gas y la forma de cubrir sus necesidades energéticas, pero tendrá también que moverse más rápido y gastar mucho más dinero».


Los bancos centrales podrían ralentizar sus planes de subidas de tipos de interés.


En el marco de sus esfuerzos para controlar la inflación y volver a un entorno más típico en términos de política monetaria, la Reserva Federal y el Banco Central Europeo han anunciado su intención de ir reduciendo las medidas de estímulo. La Reserva Federal ha comunicado su intención de aprobar varias subidas de tipos de interés a lo largo del año, y el BCE pretende reducir su programa de compra de bonos. Según el economista de Capital Group Robert Lind, el entorno actual de inestabilidad podría hacer que ambas entidades se replantearan dichas medidas.


«La fuerte demanda de petróleo y gas agravará las importantes restricciones de suministro», explica Lind, «lo que podría aumentar la inflación y reducir el crecimiento al mismo tiempo. Este escenario sería el peor de todas las circunstancias posibles para los responsables políticos, ya que la combinación de aumento de la inflación y reducción del crecimiento económico es muy difícil de gestionar para los bancos centrales».


El problema no está en subir o no los tipos de interés, añade Lind.


«Si se mantiene la orientación expansiva durante demasiado tiempo, se puede agravar el problema», señala. «Creo que los bancos centrales van a mostrarse muy prudentes, muy conscientes, con el fin de evitar los errores cometidos en el pasado. Creo que van a ir endureciendo la política monetaria, pero quizás con algo más de cuidado del que habrían tenido en otro contexto».


Las sanciones han sido duras, y podrían serlo aún más.


A lo largo de la pasada semana, Estados Unidos y Europa aprobaron una serie de sanciones contra Rusia. Entre ellas, se prohibió al gobierno de Putin, así como a ciertos bancos y compañías, el acceso a los mercados occidentales de capital. Estados Unidos impuso controles de exportación que impiden a Rusia adquirir tecnología crítica para usos militares y comerciales. Occidente también ha optado esta vez por atacar las finanzas personales de Putin, así como las de los líderes empresariales y gubernamentales próximos a él.


Tal vez la medida más importante haya sido la retirada por parte de Estados Unidos y Europa de algunos bancos rusos del sistema de comunicaciones financieras SWIFT, lo que básicamente prohíbe a estas instituciones realizar transacciones internacionales. No obstante, esta prohibición no afecta a todos los bancos, especialmente a aquellos que realizan transacciones relacionadas con la energía. Una retirada total marcaría una notable escalada financiera que podría apartar a Rusia del sistema financiero mundial.


Otras materias primas podrían verse afectadas por el conflicto y las sanciones resultantes.


Las sanciones podrían afectar a otras materias primas aparte del petróleo y el gas. Rusia es un importante proveedor de minerales como el paladio (utilizado en electrónica), el titanio (que se utiliza en los aviones), el níquel (un componente fundamental para algunas baterías renovables), el cobre (omnipresente en una amplia variedad de aplicaciones manufactureras e industriales) y la potasa (para los fertilizantes).


«El problema es que Rusia podría reducir o cortar el suministro de algunos de los principales materiales para contrarrestar las sanciones de Occidente», señala Thawley. «Incluso si eso no ocurre, los importadores van a tratar de desarrollar nuevas cadenas de suministro que no dependan tanto de Rusia». Ello podría traer consigo un aumento de los precios, ya que los competidores tratan de buscar nuevas fuentes en mercados en los que la demanda supera a la oferta, y también un aumento de los precios de los productos terminados.


Aunque no hay indicios de que el conflicto vaya a extenderse fuera de Ucrania, la propagación del conflicto agravaría estos problemas. Muchos gobiernos han mostrado su apoyo a Ucrania, al menos de forma simbólica, y Rusia ha advertido de que podría castigar a aquellos que ofrezcan ayuda material o permitan el paso de equipos militares a través de sus fronteras hacia Ucrania.


«Debemos ser conscientes del riesgo de que el conflicto se extienda», afirma Thawley. «No lo podemos descartar».


Hay que pensar a largo plazo y no intentar predecir el comportamiento de los mercados.


Cualquier tipo de incertidumbre, y sobre todo un conflicto militar, resulta inquietante. No obstante, históricamente, la mejor manera de actuar ha sido ceñirse al plan de inversión a largo plazo. La caída que han registrado los mercados de renta variable global desde principios de año ha reducido las valoraciones, creando al mismo tiempo oportunidades potenciales entre las compañías que se han visto arrastradas por la presión de ventas. Aunque puede resultar difícil digerir las caídas de los mercados cuando estas se producen, la recuperación suele producirse de forma inesperada. Y aunque los resultados obtenidos en el pasado no son indicativos de resultados futuros, históricamente, los mercados han subido más de lo que han caído.



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