Hace poco más de un año, nuestro consejero delegado, Mike Gitlin, escribió sobre la importancia del final del ciclo de subidas de tipos de interés de la Reserva Federal y sobre la oportunidad que suponía para los inversores. El artículo analizaba los datos históricos para encontrar indicios sobre las posibles consecuencias en los mercados de renta fija y renta variable y señalaba que, cuando el banco central había puesto fin a ciclos anteriores de subidas de tipos, se había registrado una sólida rentabilidad. Sospechábamos que ese momento también supondría un punto de inflexión para los mercados, que habían tenido que enfrentarse a un 2022 muy complicado. Es probable que los que se atrevieron a invertir en aquel momento ahora se alegren de haber trasladado parte de sus posiciones de liquidez a inversiones en renta fija y variable.
Una cartera compuesta en un 60% por renta variable y en un 40% por renta fija habría generado una rentabilidad superior al 26% en los doce meses anteriores al 30 de septiembre de 2024, si utilizamos como referencia el índice S&P 500 para la renta variable y el Bloomberg US Aggregate para la renta fija. Por separado, ambos mercados superaron también con creces la rentabilidad de aproximadamente el 5% que podría haber ofrecido una inversión en un certificado de depósito (CD), según el tipo de las cuentas de ahorro de alto rendimiento estadounidenses a un año de Bankrate.com. La lección es evidente: invertir consiste en adoptar una perspectiva a largo plazo para lograr objetivos a largo plazo. ¿Han perdido la oportunidad los inversores que no han participado en este repunte de los mercados? Pensamos que no.